martes, 10 de febrero de 2015

El Piasa

El Piasa, el dragón pájaro de Illinois

El dragón del Mississipi
Un día, en 1673, un sacerdote jesuita, Padre Marquette, vio algunos monstruos que lo miraban atentamente, pero después descubrió que se trataba de petroglifos, grabados y pintados en la pared de un precipicio de unos 24 metros por encima del río Mississipi, por el que estaba viajando a su paso por Illinois. De acuerdo con la guía india del Padre Marquette, estos petroglifos los habían creados hacía siglos una tribu ancestral olvidada, y representaban a un terrorífico dragón que una vez había habitado la región, llamado Piasa, que se puede traducir por “el pájaro devorador de seres humanos”.
La tribu de Illini vivía en armonía con Piasa, que cazaba presas como ciervos y otros grandes mamíferos, y nunca molestaba a los indios de las llanuras que había bajo el alto precipicio, donde moraba en una inmensa cueva. Afortunadamente, un día, este equilibrio se destruyó cuando una tribu guerrera invadió el territorio de los Illini.
Durante la batalla, murieron muchos hombres de ambas tribus; los Illini* vencieron. Piasa había observado la batalla de cerca, pero no había participado en ella y nunca había probado la carne humana, pero descubrió que le gustaba muchísimo porque se comió algunos de los cadáveres de la batalla. Por eso, se convirtió en el enemigo mortal de los Illini, y a partir de ese momento descendía para raptar a hombres, mujeres y niños, llevándoselos por el aire con sus grandes garras y metiéndolos en su escondrijo para devorarlos. Si la tribu quería sobrevivir, tenía que matar a este monstruo.

*empieza a partir de la diapositiva 27



La tribu hizo una reunión y tras varias horas de intenso debate se dio cuenta de que la forma más segura de dar muerte a Piasa era atraerlo al suelo, y que 20 de los guerreros más valientes de la tribu le tendieran una emboscada. La única manera de atraer a Piasa al suelo desde el cielo era usar un cebo: otro guerrero, pero desarmado, llamado Massatoga, que se ofreció voluntario. Así, al alba, él alzó sus brazos al cielo, y empezó a salmodiar en voz alta, apelando al Gran Espíritu, pidiéndole ayuda para superar al perseguidor aéreo de la tribu. De repente, el dragón pájaro descendió rápidamente. Era rojo como la sangre, oscuro como la noche, medía al menos 9 metros de largo y 4 metros de alto.



Su cuerpo entero y sus cuatro patas estaban cubiertos de escamas, y cada uno de sus pies estaba armado con un grupo de zarpas negras con forma de cimitarra. Su cola inmensamente larga, que terminaba en una aleta doble, y su cabeza tenía un enorme par de astas ramificadas. Para Massatoga la cosa más terrible era el rostro de Piasa: era el rostro de un hombre, aunque una grotesca parodia del mismo. Los ojos eran carmesí y una filas de dientes desgarrados de carne se alineaban en sus fauces, un vapor oscuro salía de sus orificios nasales de mono.
Mientras que estaba volando, el piasa extendió sus garras para agarrar el cuerpo de Massatoga. Pero éste se apresuró en dirección a algunos árboles cercanos, perseguido por el monstruo, hasta que las ramas forzaron a este a tomar tierra y los otros guerreros escondidos envolvieron sus alas detrás de su cuerpo impidiendo que se enredaran, rodeando velozmente al dragón pájaro y bombardeándolo con flechas envenenadas, hasta que se murió.

Tristemente, también es cierto lo de los espléndidos petroglifos descubiertos por el Padre Marquette. A mediados del siglo XIX, los trabajos de la cantera cercana deterioraron la pared del precipicio, haciendo añicos obras de arte únicas, que se destruyeron y cayeron en cascada al río. Piasa desapareció completamente.

Hoy se pueden observar en la zona reproducciones del petroglifo basadas en antiguos grabados y como en la mayoría de leyendas, también se pueden encontrar distintas versiones del mito. En la ciudad de Alton se puede visitar un parque creado en honor a Piasa y a su leyenda, donde es posible leer su leyenda grabada en una piedra.

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